El kung fu de los Shaw Bros.

Jaime Grijalba

Shaw Brothers Studio, productora hongkonesa cuyo logo imitaba aquel de Warner Bros., nació oficialmente en 1958, luego de años de intentos por parte de los hermanos Shaw de establecerse como productores de ópera, teatro y distribuidores de cine. Los éxitos más notables los consiguieron produciendo cine de artes marciales para el público general, tanto local como internacional, y fueron una de las primeras productoras asiáticas en contratar abiertamente a cineastas de Corea, Japón, Taiwán y hasta de China continental.

El más prolífico entre ellos es, sin duda, Chang Cheh, quien dirigió 95 filmes, muchos de ellos para la productora. Entre estos se cuenta El espadachín manco (1967), película que estableció los elementos clásicos que se volverían la materia prima del género desarrollado en las futuras producciones de los Shaw. Se trata de filmes a medio camino entre el wuxia y el kung fu: luchas de cuidada coreografía que ganan fluidez gracias a movimientos de cámara y al montaje, espadachines con poderes sobrehumanos, escuelas de artes marciales con entrenamiento rudo y bandas sonoras estrafalarias, en este caso usando jazz libre.

Pero la cinta que internacionalizó el género e hizo que este entrara en la fiebre de las patadas fue Cinco dedos mortales (1972), del director coreano Jeong Chang-hwa. Este filme influyó, y lo sigue haciendo, a realizadores de todo el mundo. A modo de ejemplo, solo basta con escuchar las primeras notas de su banda sonora para que resulten familiares, puesto que ha sido utilizada en producciones de la cultura pop de nuestros días.

Aunque los Shaw no capitalizaban tanto en rostros o estrellas –prefiriendo siempre la competencia acrobática y coreográfica– sin buscarlo favorecieron la carrera de Jackie Chan. En El puño de la serpiente (1978), de Yuen-woo Ping, en lugar de convertirse en el próximo Bruce Lee como era la intención de Chan, la película cambió el rumbo del cine de artes marciales y la propia carrera del actor, al incorporar en la trama elementos de comedia y slapstick.

Durante casi cuatro décadas, los hermanos Shaw establecieron parámetros tanto artísticos como de la distribución de las películas de artes marciales, creando subgéneros e incluso coproduciendo cintas con productoras tan míticas como la británica Hammer. Su influencia fue tan importante que incluso provocaron el surgimiento de productoras competidoras, las cuales, eventualmente, los obligaron a salir del negocio. He ahí la maldición de los grandes.