Pepa San Martín

Estábamos filmando Turistas de Alicia Scherson. Yo era la asistente de dirección y una noche conté una idea de guión que tenía a ella y a Macarena López. Comenzaba a tejerse La Ducha, que estrené el 2010 en la sección de cortometrajes internacionales. Fue la primera vez que me paraba en frente de un público como directora, la primera vez que filmaba una pieza audiovisual, la primera vez que entendí un poco más lo que es ser directora. Salí de la sala y sentí que al público le gustó, me sentí orgullosa. Ese año no gané nada.

En el 2012 logré estar seleccionada en la competencia con Gleisdreieck, un cortometraje que grabé en Berlín. Ese año no pude asistir. Estábamos grabando una serie y yo seguía siendo asistente de dirección. Las dudas y las inseguridades estaban presentes y por ese tiempo, aunque todavía de vez en cuando me vuelven, tenía la sensación de que La Ducha, que había ganado varios premios, había sido solo suerte. ¿Por qué nos persiguen esos pensamientos? Entonces recibí la noticia que obteníamos el premio al mejor cortometraje latinoamericano, mi primer Pudú  y un espaldarazo para retomar la confianza, una voz que te susurra: sigue, puedes seguir contando historias. Seguí.

Cuatro años después me presenté con mi primer largometraje terminado, Rara. Estuve toda la semana, nerviosa… ansiosa.

Rara fue presentada en una sala llena. En el público se encontraban mis amigos, mis alumnos, mis colegas, mis maestros y sobre todo personas que empatizan con la historia que decidimos contar. Fue la primera vez que veía la película con un público nacional. Las risas, los pequeños guiños del guión tomaban realidad y los espectadores lo disfrutaron. Todo valía la pena.

En el 2016 recibí mi segundo Pudú, pero ese premio fue diferente. El premio me lo entregó el público en un festival que me ha visto crecer, en un festival donde se encuentran personas que amamos el cine y que, sobretodo, creemos que el cine es un arma potente para cambiar el mundo.

Todo esto con lluvia.