FASCINACIÓN POR EL CUERPO HUMANO: BERTRAND MANDICO
Los cuerpos fascinan a Bertrand Mandico, lo provocan, los filma, los pinta, los cambia, los mueve, los deforma, los transforma de una cosa a la siguiente. No importa de quién sean los miembros, lo que importa es que ante la cámara adquieran movilidad. Ni la muerte salva a los cuerpos de la cámara de Mandico, que los anima, los destroza y a la vez, les vuelve a dar vida. Este es el caso del cortometraje Living Still Life (2014), donde una mujer –gracias a una suerte de stop motion alquímico– logra tomar animales muertos y hacerlos andar nuevamente mediante esta técnica de animación.
Es justamente en esas animaciones donde la corporalidad de los elementos físicos puestos en escena dan cuenta de la transversalidad visual de su obra, algo que lo asemeja mucho al provocador cineasta de culto Walerian Borowczyk. Mandico, mientras estaba a cargo de una retrospectiva y tributo al cineasta polaco, realizó Boro in the Box (2011), una suerte de biografía/tributo, transformando al realizador protagonista en una cámara, una caja de madera desde la cual observa el mundo.
Queda entonces clara la estricta relación que Mandico establece entre la imagen propia, la de los cuerpos y el cine mismo. Este mundo se explora de manera mucho más reflexiva y explícita en su cortometraje más reciente, Ultra pulpe (2018), donde pone en escena el rodaje de un film de género donde todos los cuerpos, incluso los descuartizados, hablan sobre el posible romance entre la directora y la actriz principal.